El presidente Donald Trump ha anunciado posibles nuevas sanciones económicas contra Rusia, lo que señala un cambio estratégico en la política de EE. UU. hacia Moscú. Este movimiento se produce mientras informes indican que la economía rusa enfrenta graves desafíos, con predicciones de que podría quedarse sin dinero a finales de año si se imponen sanciones más estrictas.
Los análisis recientes revelan que la inflación en Rusia está disparándose, con tasas anuales cercanas al 10%. Los productos esenciales son cada vez más inasequibles, con la inflación de la leche y los productos lácteos cerca del 20%, y la de frutas y verduras alrededor del 30%. La presión económica recae principalmente sobre los ciudadanos comunes, mientras el gobierno ruso lucha por controlar el aumento de precios.
Las tasas de interés en Rusia han alcanzado un nivel sin precedentes del 21%, limitando el acceso al crédito tanto para individuos como para empresas. Esto ha llevado a una disminución significativa en la actividad de préstamos, exacerbada por la salida de más de 1,000 empresas multinacionales del mercado ruso. El entorno económico se ha vuelto tan desafiante que las empresas restantes no pueden contratar trabajadores, lo que paraliza aún más la economía.
El enfoque de Trump contrasta con la reticencia de la administración anterior a imponer sanciones más severas debido a temores de inflación global. Los analistas sostienen que la economía mundial puede prescindir de las materias primas rusas, que representan menos del 10% del suministro global. El gobierno ruso ha dependido en gran medida de las ventas de petróleo para sostener su economía, pero el agotamiento de su fondo soberano y reservas de divisas plantea una grave amenaza para su estabilidad financiera.
Si Trump avanza con sanciones que apunten a las ganancias petroleras de Rusia, los expertos sugieren que esto podría precipitar una crisis financiera para el presidente Vladimir Putin, forzándolo potencialmente a negociar un alivio para finales de año.