Estambul, una metrópolis turca, mantiene un vínculo especial con sus residentes felinos, una conexión que se remonta a siglos atrás y que sigue siendo fuerte en 2025. Los gatos callejeros son una parte integral de la cultura y la vida diaria de Estambul, considerados por muchos como mascotas comunitarias a las que los lugareños proporcionan alimento, agua y refugio.
La población de gatos de la ciudad se estima entre 125.000 y 150.000, aunque algunas estimaciones sugieren que la cifra podría superar el millón en toda Turquía. Estos gatos no son meros animales callejeros; están integrados en la comunidad, y el cuidado que reciben refleja una responsabilidad compartida por su bienestar. La presencia de gatos en Estambul data de la época otomana, cuando se introdujeron para controlar las poblaciones de roedores en las edificaciones de madera, protegiendo así los suministros de alimentos y documentos importantes.
Con el tiempo, evolucionaron de ser una necesidad práctica a convertirse en compañeros queridos, una práctica que se alinea con las tradiciones islámicas que ven a los gatos de manera favorable, considerándolos animales ritualmente puros. En 2021, Turquía actualizó sus leyes, reconociendo a los animales como "seres vivos" en lugar de "mercancías". Este cambio introdujo sanciones más estrictas para la crueldad animal y también exige la esterilización de los animales callejeros.
El Municipio Metropolitano de Estambul apoya activamente estas leyes, operando centros de salud animal y clínicas móviles que ofrecen vacunación, esterilización y atención médica. Estos esfuerzos municipales, junto con las redes informales de alimentación establecidas por los residentes, aseguran que los gatos tengan acceso a recursos. Sin embargo, la coexistencia no está exenta de desafíos. Un estudio de 2024 señaló que los gatos negros a veces tienen dificultades para ser adoptados, ya que algunas creencias populares los asocian con la mala suerte.
Además, los veterinarios han expresado su preocupación de que la alimentación masiva y concentrada de gatos callejeros, aunque bien intencionada, pueda facilitar la transmisión de enfermedades. Un estudio de 2015 publicado por académicos de la Universidad de Rutgers advirtió que la alimentación colectiva puede atraer y concentrar animales en áreas específicas, lo que aumenta el riesgo de propagación de patógenos. A septiembre de 2025, los gatos callejeros de Estambul continúan siendo una parte entrañable de la identidad de la ciudad, añadiendo un encanto único a su paisaje urbano.