Los gatos siameses, conocidos por su elegancia y apariencia distintiva, tienen una historia que se remonta a siglos atrás en el antiguo Siam, hoy Tailandia. Originalmente, se les consideraba símbolos de gracia y exclusividad, reservados para la realeza y la nobleza, a quienes se atribuía la creencia de que podían alejar espíritus malignos y atraer la buena fortuna.
Existe una distinción notable entre el siamés tradicional, también llamado gato thai, y el siamés moderno. El siamés tradicional presenta una complexión más robusta y una cabeza redondeada, mientras que el moderno exhibe una figura esbelta y una cabeza en forma de cuña, caracterizada por sus penetrantes ojos azules almendrados. Organizaciones como la Cat Fanciers' Association (CFA), que reconoció la raza en 1906, y The International Cat Association (TICA), fundada en 1979, han sido fundamentales en la estandarización y preservación de la raza.
La CFA inicialmente aceptó solo el color Seal Point, añadiendo posteriormente el Blue Point (1934), Chocolate Point (1952) y Lilac Point (1955), conformando la paleta clásica en Occidente. TICA, por su parte, amplía el espectro de colores reconocidos, incluyendo Red Point, Cream Point, Cinnamon Point, Fawn Point, Lynx Point, Tortie Point, Silver Tabby y Smoke Point, promoviendo así una mayor diversidad genética y estética.
Independientemente de su tonalidad, todos los siameses comparten características cromáticas distintivas: un cuerpo de color claro y uniforme que contrasta con las extremidades (orejas, hocico, patas y cola) de tonalidad más intensa. Este marcado contraste, junto a sus penetrantes ojos azules, constituye el sello estético de la raza.
En cuanto a su temperamento, los estudios confirman que el color no influye en su carácter. Los siameses son reconocidos por su alta inteligencia, curiosidad insaciable, naturaleza comunicativa con vocalizaciones únicas, afecto profundo y lealtad hacia sus dueños. Su disposición juguetona y sociable los convierte en compañeros ideales para familias y otros animales.
La esperanza de vida de los gatos siameses se sitúa entre los 12 y 18 años, aunque con cuidados óptimos pueden superar esta media. Sin embargo, como muchas razas puras, pueden ser propensos a ciertas predisposiciones genéticas como gingivitis, amiloidosis (enfermedad hepática), cardiomiopatías, estrabismo, y trastornos metabólicos como la mucopolisacaridosis. La atrofia progresiva de retina, que puede llevar a la ceguera, es otra condición a tener en cuenta. La detección temprana mediante exámenes veterinarios regulares y una dieta y entorno adecuados son fundamentales para su bienestar a largo plazo.
En 2025, el gato siamés continúa cautivando a los amantes de los animales, reafirmando su estatus como una raza fascinante y querida por su belleza, inteligencia y personalidad inconfundible.