El Departamento de Estado de EE. UU. ha implementado una reestructuración significativa que incluye la reducción de personal y el cierre de varias oficinas. Esta iniciativa busca aumentar la eficiencia y alinear las operaciones del departamento con las prioridades de la administración actual.
La reestructuración ha resultado en la eliminación de aproximadamente el 15% del personal doméstico del departamento, lo que equivale a más de 1.300 empleados. Además, se han cerrado 132 oficinas y se han consolidado otras 137 para mejorar la eficiencia operativa.
Entre las oficinas cerradas se encuentran la Oficina de Asuntos de Mujeres Globales y la Oficina de Asuntos de Energía, que se han fusionado con otras divisiones para enfocarse en áreas clave como la promoción de la democracia y los derechos humanos, así como en la expansión de los intereses energéticos de EE. UU. en el extranjero.
La administración ha defendido estos cambios como necesarios para reducir la burocracia y mejorar la capacidad de respuesta del departamento a los desafíos internacionales contemporáneos. Sin embargo, la reestructuración ha generado críticas de exdiplomáticos y organizaciones como la Asociación de Servicio Exterior de EE. UU. (AFSA), que argumentan que los recortes podrían debilitar la capacidad del país para promover la democracia y los derechos humanos a nivel mundial.
La comunidad internacional está observando de cerca estos desarrollos, anticipando posibles cambios en la dinámica de la diplomacia global y en la influencia de EE. UU. en asuntos internacionales.