El 30 de noviembre de 2024, Turquía y Arabia Saudita han entrado en una nueva fase de colaboración económica, tras años de relaciones tensas. Este deshielo se produce mientras las empresas turcas buscan oportunidades de inversión en Arabia Saudita, especialmente en infraestructura y construcción, en medio de los desafíos económicos persistentes en Turquía.
Históricamente, las relaciones entre las dos naciones se deterioraron tras el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en 2018, lo que llevó a un boicot no oficial de productos turcos por parte de Arabia Saudita. Sin embargo, los recientes esfuerzos diplomáticos han provocado un resurgimiento del comercio, con un aumento significativo en las exportaciones turcas hacia Arabia Saudita.
En 2022, las exportaciones turcas a Arabia Saudita aumentaron un 450 % en comparación con el año anterior, alcanzando los 1.5 mil millones de dólares, y aumentaron a 2.3 mil millones de dólares en 2023. Los primeros nueve meses de 2024 vieron un récord de 2.9 mil millones de dólares en exportaciones, compuestas principalmente por maquinaria, alfombras y muebles.
Actualmente, aproximadamente 200 empresas turcas operan en Arabia Saudita, centradas en la construcción, energía, salud, alimentos, muebles y turismo. Tras las recientes medidas de reconciliación, las empresas turcas han asegurado contratos de infraestructura por un valor de alrededor de 10 mil millones de dólares.
En un reciente foro de inversión, el ministro de Economía turco, Mehmet Şimşek, destacó que los empresarios saudíes están ansiosos por colaborar con empresas turcas. Contratos significativos se han otorgado a empresas turcas, incluido un proyecto de 500 millones de dólares para construir dos puentes cerca de Riad.
A pesar de las perspectivas positivas, algunos expertos expresan cautela sobre la sostenibilidad de esta asociación económica. Se han planteado preocupaciones sobre la necesidad de un enfoque estratégico por parte de Turquía para capturar una mayor cuota de mercado en Arabia Saudita, especialmente dado el entorno competitivo dominado por Estados Unidos, China y Francia.
A medida que ambas naciones persiguen proyectos conjuntos en energía renovable, el potencial para la cooperación futura sigue siendo significativo. Sin embargo, los expertos enfatizan la necesidad de una estrategia bien estructurada para garantizar el éxito a largo plazo de su relación económica.