A principios de la década de 2000, Brad Pitt y Jennifer Aniston eran la encarnación de una pareja dorada de Hollywood. Sin embargo, su matrimonio aparentemente perfecto se vio destrozado por el rodaje de 'Sr. y Sra. Smith', donde Pitt actuó junto a Angelina Jolie.
Los rumores de un romance se extendieron rápidamente, lo que llevó a la separación de Pitt y Aniston en enero de 2005 y al divorcio finalizado en octubre. Los paparazzi capturaron fotos de Pitt, Jolie y su hijo Maddox, alimentando la especulación.
El frenesí mediático resultante expuso el sexismo profundamente arraigado dentro de la cultura pop. Jennifer Aniston fue inmediatamente catalogada como la esposa desconsolada y abandonada, mientras que Angelina Jolie fue retratada como la villana 'robamaridos'. Brad Pitt, por otro lado, escapó en gran medida al escrutinio.
La narrativa evolucionó aún más hacia un debate sobre la supuesta falta de deseo de Aniston por tener hijos, y los medios de comunicación parecían culparla por el fin del matrimonio. En una entrevista de 2022, Aniston refutó estas afirmaciones, afirmando que las razones del divorcio fueron inventadas.
La imagen de Jolie fluctuó entre una humanitaria y una seductora, lo que refleja el complejo Madonna-puta. Pitt, sin embargo, permaneció en gran medida ileso, y su presunto romance a menudo se enmarcó como resultado de las deficiencias de Aniston.
Esta cobertura mediática destacó un doble rasero, donde las mujeres eran víctimas o villanas, y los hombres a menudo eran absueltos de responsabilidad. Tanto Aniston como Jolie han hablado desde entonces sobre el impacto de este período.
La historia sirve como recordatorio de cómo los prejuicios sociales dan forma a las narrativas mediáticas y de lo lejos que aún tenemos que llegar para lograr la igualdad de género.