Secretos del antiguo concreto romano revelados para una construcción sostenible

Este verano, el Ministerio de Cultura de Italia anunció el descubrimiento de una nueva sala en las ruinas de Pompeya, previamente inaccesible al público. Las paredes presentan un vibrante color azul—un pigmento costoso utilizado en habitaciones especiales—y frescos que representan escenas agrícolas, conservados durante casi 2,000 años. Sin embargo, el hallazgo más intrigante para los científicos es un material de grano grueso, crucial para entender uno de los mayores logros tecnológicos de la antigua Roma: el concreto.

Admir Masic, químico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), estudió el material pompeyano, revelando que es un precursor del concreto romano, esencial para la infraestructura del Imperio Romano. Este concreto permitió a los romanos construir acueductos que suministraban agua dulce a las ciudades y apoyaban la higiene en áreas pobladas como Pompeya.

Aunque el concreto moderno sigue siendo un material de construcción principal en todo el mundo, presenta desventajas significativas, como agrietarse con el tiempo y contribuir a aproximadamente el 8% de las emisiones globales de dióxido de carbono debido a la producción de cemento. Investigar los secretos del concreto romano podría ayudar a los científicos a desarrollar materiales de construcción más sostenibles y duraderos.

El concreto romano era conocido por sus propiedades únicas de auto-reparación. Masic y sus colegas descubrieron que los trozos blancos de cal—conocidos como clústeres—eran componentes cruciales. Anteriormente se pensaba que su aparición indicaba una mala mezcla, pero Masic sostiene que estos clústeres eran una decisión deliberada de los ingenieros antiguos. Estas piezas de cal no quemada podían actuar como reservorios de calcio, que se disolvían al contacto con el agua, llenando las grietas y restaurando la integridad del concreto.

La longevidad del concreto romano, según Masic, se debía a un proceso llamado 'mezcla en caliente', donde se añadía cal no quemada durante la preparación. Esta reacción generaba calor, acelerando el endurecimiento del concreto y creando zonas de alta temperatura donde la cal permanecía en pequeños trozos, facilitando la auto-reparación.

No todos los científicos están de acuerdo con la teoría de la 'mezcla en caliente'. La geóloga Maria Jackson de la Universidad de Utah cree que la durabilidad del concreto romano se debía a una reacción específica entre la cal y las cenizas volcánicas conocidas como puzolana. Esta sustancia contribuía a la formación de minerales raros que reforzaban la estructura del concreto, evitando la propagación de grietas. Jackson y su equipo reprodujeron la receta antigua y la probaron en agua de mar, demostrando que el concreto solo se hacía más fuerte con el tiempo.

Los investigadores modernos están trabajando para adaptar las recetas del concreto romano a las condiciones actuales. Por ejemplo, Varda Ashraf de la Universidad de Texas ha desarrollado un concreto adecuado para su uso bajo el agua, ideal para construir puentes duraderos y fortificaciones marinas. Al sustituir la arcilla por puzolana, su formulación reduce significativamente el consumo de energía y disminuye la huella de carbono hasta en un 70%.

Así, los secretos del antiguo concreto romano podrían desbloquear el potencial para una construcción más ecológica en el futuro. Los científicos esperan que su investigación conduzca a materiales que no solo perduren durante siglos, como los acueductos romanos, sino que también sean menos dañinos para el medio ambiente.

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