Un equipo de científicos ha restaurado con éxito la visión de un mono al reparar un agujero retinal con un parche derivado de células madre humanas. Este logro significativo, detallado en la revista Stem Cell Reports, representa un gran paso adelante en la tecnología de trasplante de retina.
La retina, una capa de células sensibles a la luz en la parte posterior del ojo, puede sufrir daños por diversas enfermedades, lo que lleva a la pérdida de visión y ceguera. Si bien algunas afecciones pueden tratarse moviendo tejido retiniano periférico hacia el centro, esto a menudo resulta en manchas ciegas en la visión periférica.
El estudio se centró en la reparación de un agujero macular, una afección rara en la que se forma un agujero en el centro de la retina, específicamente en la fóvea, que es crucial para la visión central y el enfoque preciso. Estos agujeros a menudo ocurren cuando la sustancia gelatinosa en el interior del ojo se retrae, causando desgarros. Aproximadamente el 90% de estos casos pueden tratarse quirúrgicamente, pero el 10% de los pacientes todavía experimentan visión borrosa o manchas ciegas.
La Dra. Michiko Mandai, directora del centro de investigación en el Hospital de Ojos de Kobe en Japón, ha estado desarrollando versiones en miniatura de retinas cultivadas a partir de células madre durante años. Estos organoides retinianos son láminas de células sensibles a la luz que se obtienen de células madre que pueden desarrollarse en cualquier tipo de tejido del cuerpo.
En 2019, Mandai tuvo la oportunidad de probar estas láminas en un mono con un agujero macular, que no había podido completar tareas visuales. El mono fue transferido al laboratorio de Mandai para la cirugía. El equipo cultivó una hoja retinal a partir de células madre humanas y la aplicó al ojo del mono, similar a parchar una prenda rota. El trasplante fue seguro y efectivo, y el rendimiento visual del mono mejoró después de la cirugía. La única complicación fue un leve rechazo del parche después de cuatro meses, que se resolvió con inyecciones de esteroides para suprimir la respuesta inmune.
Mandai señaló que el rechazo podría deberse a la naturaleza inter-especies del trasplante, afirmando que un trasplante de tejido humano a humano tendría un menor riesgo de reacción inmune.
Seis meses después de la operación, los investigadores retiraron el ojo del mono para examinar el parche y descubrieron que se habían desarrollado nuevas células visuales: bastones, que son esenciales para la visión nocturna, y conos, que son cruciales para la percepción del color. Sin embargo, no pudieron confirmar si se habían formado conexiones entre las células trasplantadas y las células originales del mono.
Mandai explicó que la mejora de la visión en un agujero macular proviene de la restauración de la estructura y función del ojo después de cerrar el agujero. Aún no está claro si las células trasplantadas contribuyen a la función visual, pero esto puede no ser necesario, ya que la visión puede mejorar simplemente cerrando el agujero.
El equipo de Mandai continúa investigando el uso de organoides retinianos para tratar otras afecciones. El año pasado, informaron sobre los resultados de un estudio clínico en el que estas láminas se utilizaron en pacientes humanos con retinitis pigmentosa, una enfermedad genética que causa la pérdida progresiva de la visión. Después de dos años, los injertos se integraron de forma segura en las retinas de los pacientes, y la pérdida de visión progresó más lentamente que en los pacientes no tratados.
El equipo también estudia la función del tejido retinal trasplantado en animales para determinar si los injertos pueden sostener células funcionales.