En febrero de 2022, comenzó la reconstrucción de la catedral de Notre-Dame en París tras el devastador incendio de abril de 2019. La remoción de escombros y la restauración de paredes y techos de piedra dañados tomaron casi tres años, con esfuerzos urgentes para reconstruir secciones perdidas, especialmente la icónica aguja de madera. El presidente francés Emmanuel Macron anunció un ambicioso objetivo de reabrir la catedral en 2024, acelerando los plazos del proyecto.
Antes de que comenzaran las obras, se convocó a arqueólogos para asegurarse de que el sitio estuviera libre de artefactos enterrados que pudieran dañarse por los andamios de 770 toneladas. La ley francesa exige intervención arqueológica para cualquier proyecto de construcción que afecte suelos de valor histórico. La tarea fue liderada por Christophe Besnier del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas.
Descubrimientos arqueológicos inesperados
Inicialmente, el equipo de Besnier recibió permiso para excavar solo 16 pulgadas por debajo del suelo de piedra, la profundidad requerida para las bases de los andamios, según un informe de National Geographic. Las expectativas de encontrar artefactos significativos a esta poca profundidad eran bajas. Sin embargo, la excavación reveló una sorpresa inesperada: tesoros enterrados de la era medieval.
Besnier declaró: "Los restos que encontramos eran mucho más ricos de lo que esperábamos." Finalmente, su equipo desenterró más de 1,035 artefactos, incluidas esculturas a tamaño real y delicadas obras de piedra caliza. Este descubrimiento no solo sorprendió a los arqueólogos, sino que también reveló aspectos olvidados de la historia de la catedral, construida en los siglos XII y XIII.
Hallazgos artísticos excepcionales
Uno de los descubrimientos más notables fue el de los restos de una enorme barrera de piedra del siglo XIII, conocida como la "barrera de yeso." Esta estructura separaba el coro y el altar de la nave de la catedral, lo que realzaba la santidad de las oraciones de los sacerdotes. La barrera fue desmantelada a principios del siglo XVIII, dejando solo algunos fragmentos no documentados.
La redescubierta de esta barrera no solo restauró un artefacto, sino que también redefinió la experiencia del culto medieval, cuando la catedral servía como un lugar de devoción y contemplación, oculto de la vista pública por obras de arte imponentes.
Entre los hallazgos se encontraban esculturas a tamaño real, incluida una estatua que representa a Cristo en el momento de su muerte, con los ojos cerrados y una herida en su costado de la que brota sangre. Besnier describió esta obra de arte como "una obra maestra extraordinaria," señalando la notable precisión en el tallado de detalles como los párpados, la nariz y las orejas.
Tras el hallazgo de estas piezas únicas, el equipo de Besnier recibió permiso para ampliar las excavaciones a mayores profundidades. Lo que inicialmente estaba programado como una excavación de cinco semanas se extendió a más de dos meses, durante los cuales el equipo también descubrió ataúdes de plomo y otras tumbas menos ornamentadas, añadiendo nuevas dimensiones a la comprensión del sitio ocupado por la catedral durante más de un milenio.
Una visita medieval a Notre-Dame
Cuando se construyó la catedral en el siglo XIII, visitar Notre-Dame era muy diferente a hoy. La barrera de piedra, que tenía 13 pies de altura y estaba coronada con una cruz gigante, ocultaba el altar y el coro a la vista de los visitantes. El historiador arquitectónico Matthieu Lours señaló que la barrera tenía dos propósitos principales: proporcionar una plataforma para que los sacerdotes predicaran y leyeran textos sagrados ante las multitudes reunidas en la nave de la iglesia, y garantizar la privacidad de los sacerdotes durante sus oraciones diarias, que se realizaban lejos de la vista pública.
Exhibición de los tesoros descubiertos
Algunos de los artefactos encontrados se han expuesto recientemente en el Museo Cluny en París, lo que permite al público ver estos tesoros enterrados que habían permanecido perdidos durante siglos. Estas piezas no son solo reliquias históricas; son testimonios vivos de la grandeza del arte gótico y su intrincada detalle.
Un legado que trasciende fronteras
Estos descubrimientos ilustran que Notre-Dame no es solo un hito turístico o un símbolo religioso; es un archivo vivo que narra siglos de historia y cultura. El incendio que devastó la catedral no marcó el final de su historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo que revive su pasado enterrado.
A medida que continúan los esfuerzos de restauración y reconstrucción, estos tesoros descubiertos permanecen como testimonio del ingenio de quienes los diseñaron y ejecutaron hace siglos, así como de los esfuerzos continuos por preservar este patrimonio para las generaciones futuras.