Las recientes excavaciones en la antigua necrópolis de Cartago, en Túnez, han proporcionado nuevas perspectivas que desafían creencias arraigadas sobre el sacrificio infantil asociado con la adoración del dios Baal. Realizadas por tres estudiantes bajo la dirección de un equipo internacional de arqueólogos experimentados, estas excavaciones están iluminando las prácticas en torno a este sitio funerario púnico.
Descubierta en 1921 en los suburbios de Túnez, la necrópolis ha estado envuelta en controversia, especialmente debido a representaciones literarias, como la novela de Gustave Flaubert Salammbô, que describía rituales horrendos que implicaban el sacrificio de recién nacidos. Sin embargo, estudios recientes liderados por el antropólogo Imed Ben Jerbania, junto a los investigadores franceses Henri Duday y Émilie Portat, sugieren que los restos encontrados en las urnas no son los de niños sacrificados, sino más bien fetos o infantes que murieron por causas naturales.
Ahmed Gadhoum, director del estudio en curso, enfatiza que la cremación parece haber sido un rito post-mortem que simbolizaba el regreso de estos niños a la deidad, con la esperanza de asegurar descendencia futura para sus familias. Esta interpretación se alinea con los hallazgos que indican que las urnas, datadas entre el siglo VI y mediados del siglo II a.C., no contenían evidencia de patologías letales, y los restos eran consistentemente incompletos.
El meticuloso inventario de Portat de más de 190 urnas ha revelado un promedio de tres a seis esqueletos por recipiente, a menudo acompañados de huesos de animales, lo que sugiere que estos podrían haber sido ofrendas para el viaje al más allá. Esta investigación es crucial para reevaluar la narrativa histórica en torno a las prácticas cartaginesas y desmentir el mito del sacrificio infantil generalizado.