Una investigación científica reciente, divulgada en la revista Cell Host & Microbe en el año 2025, ha arrojado luz sobre la forma en que las bacterias establecen sus defensas. Este mecanismo es sorprendentemente análogo a los principios de la vacunación. Se trata de un sistema inmunitario intrínseco que capacita a las bacterias para identificar y neutralizar las agresiones víricas cuando se produce un contacto posterior.
Tras el encuentro inicial con un virus, la célula bacteriana emplea una enzima específica para integrar diminutos segmentos del ADN vírico, denominados espaciadores, dentro de su propia estructura hereditaria. De esta manera, se genera un archivo de memoria que facilita la identificación y la defensa en el futuro. En esencia, este procedimiento constituye un registro de la experiencia previa, crucial para garantizar la supervivencia a largo plazo.
Resulta fascinante que los científicos hayan explotado activamente este mismo fenómeno durante mucho tiempo, ya que sirvió de base para el desarrollo de la tecnología CRISPR. No obstante, solo ahora se ha comprendido su función biológica primordial dentro de la célula: la capacidad de realizar modificaciones rápidas y precisas en su propio genoma.
La herramienta tecnológica conocida como CRISPR utiliza esta enzima como auténticas "tijeras genéticas" para manipular el ADN en una vasta gama de aplicaciones, abarcando desde la experimentación de laboratorio hasta terapias génicas de vanguardia. Pese a su uso extendido, el mecanismo exacto de cómo opera este proceso dentro de las propias bacterias había permanecido oculto hasta la llegada de estas recientes investigaciones.
Es de vital importancia comprender la compleja interacción que existe entre los bacteriófagos —los virus que atacan a las bacterias— y sus huéspedes para avanzar en el desarrollo de las terapias fágicas. La terapia fágica consiste en el uso de virus para combatir infecciones bacterianas que han desarrollado resistencia a los antibióticos tradicionales. El biólogo molecular Rodolphe Barrangou señaló que este conocimiento profundo podría impulsar la creación de fagos que sean eficaces contra un espectro más amplio de bacterias patógenas.
Las bacterias poseen un impresionante arsenal que supera los 150 mecanismos de defensa distintos contra los fagos, mecanismos que los agentes terapéuticos deben aprender a sortear. Esta nueva comprensión debe fomentar una visión más amplia para la aplicación de métodos fágicos en el tratamiento de diversas dolencias infecciosas. Los hallazgos de la investigación sugieren nuevas vías para diseñar fármacos basados en fagos que aprovechen los recursos defensivos internos de las bacterias. Descifrar cómo las bacterias archivan los fragmentos de ADN vírico podría permitir a los investigadores diseñar fagos capaces de aniquilar selectivamente a las bacterias patógenas, lo que representa una estrategia sumamente prometedora en la lucha global contra la resistencia a los antibióticos.
Sin embargo, en esta incesante carrera evolutiva, los virus no se quedan atrás y también han desarrollado contramedidas. Se ha descubierto que algunos bacteriófagos, como el ICP1, tienen la capacidad de "secuestrar" el conjunto completo de genes del sistema CRISPR/Cas. Esta acción provoca un caos total en los sistemas de defensa bacterianos, privándolos de su capacidad para resistir eficazmente la infección. Además, si bien el sistema CRISPR-Cas es el pilar del sistema inmunitario adaptativo de los procariotas, también interviene en procesos que no están directamente ligados a la defensa, como la regulación de la expresión génica y la reparación del ADN. Este entendimiento profundo de la arquitectura interna de la inmunidad microbiana nos ofrece la posibilidad de configurar soluciones más sostenibles y equilibradas para la salud general.