En julio de 2025, la provincia de Lérida en Cataluña, España, sufrió devastadores incendios forestales que amenazaron extensas tierras agrícolas. El fuego inicial comenzó el 1 de julio, consumiendo aproximadamente 40 hectáreas antes de ser contenido. Un segundo incendio se inició más tarde ese mismo día, propagándose a una velocidad alarmante de 28 kilómetros por hora, una de las más rápidas registradas en Europa.
Fuertes vientos, que en ocasiones alcanzaron los 120 kilómetros por hora, alimentaron la rápida propagación de las llamas, creando columnas de humo que se extendieron por 14 kilómetros. Las autoridades cerraron carreteras y emitieron advertencias para que aproximadamente 20,000 residentes permanecieran en sus hogares. Trágicamente, dos edificios agrícolas fueron destruidos, y un agricultor y un trabajador perdieron la vida.
Los funcionarios españoles han clasificado estos incendios como 'incendios forestales de sexta generación', vinculados a la crisis climática. Estos incendios se caracterizan por su intensidad e imprevisibilidad, lo que hace que los métodos tradicionales de extinción de incendios sean ineficaces. Pueden generar efectos atmosféricos similares a tormentas e incluso crear nubes pirocumulonimbus, que plantean riesgos similares a las erupciones volcánicas. En toda Europa, el riesgo de incendios forestales está aumentando debido al cambio climático y la sequía, lo que destaca la necesidad urgente de estrategias efectivas y medidas preventivas. En regiones como la Amazonía y California, se han visto ejemplos similares de incendios devastadores, lo que subraya la importancia de la cooperación internacional y la inversión en la prevención y gestión de incendios.