El Potencial Regreso de La Niña y sus Implicaciones Climáticas

Editado por: Tetiana Martynovska 17

Las agencias meteorológicas internacionales mantienen una vigilancia constante sobre el Océano Pacífico, rastreando activamente las señales que podrían indicar el retorno del fenómeno climático La Niña. Las proyecciones actuales sugieren una posibilidad real de su reaparición hacia finales de 2025. Este patrón climático, caracterizado por un enfriamiento anómalo en las aguas ecuatoriales del Pacífico, tiene una influencia significativa y bien documentada en los patrones meteorológicos a nivel global.

Actualmente, el sistema El Niño-Oscilación del Sur (ENSO) se encuentra en una fase neutral. Las aguas del Pacífico muestran una ligera anomalía de enfriamiento, registrando -0.3°C hasta el 14 de agosto de 2025. Se anticipa que esta fase neutral prevalecerá hasta el final del verano del hemisferio norte de 2025, contribuyendo a mantener condiciones de precipitación cercanas a la media y mitigando sequías en diversas regiones. Sin embargo, la tendencia de enfriamiento observada requiere una atención continua.

Expertos de la NOAA y el Centro de Predicción Climática (CPC) han emitido una "Vigilancia La Niña", indicando una probabilidad del 56% de que las condiciones neutrales se mantengan hasta octubre, para luego dar paso a un período transitorio hacia condiciones La Niña. Las previsiones meteorológicas señalan que, de confirmarse la presencia de La Niña entre el otoño y el invierno de 2025-2026, se esperan transformaciones significativas en los regímenes de lluvia y temperatura.

Si bien los modelos climáticos sugieren que podría tratarse de un evento de corta duración, con un posible retorno a la neutralidad en la primavera de 2026, su impacto potencial es relevante. La Niña representa la fase fría del ciclo ENSO, en contraposición a El Niño (la fase cálida), y se caracteriza por temperaturas superficiales del mar más bajas de lo habitual en el Pacífico ecuatorial central y oriental. El umbral para definir La Niña es una anomalía de temperatura igual o inferior a -0.5°C en la región Niño-3.4 del Pacífico.

Para México, la consolidación de La Niña podría traducirse en un incremento de las precipitaciones, particularmente en las zonas centro, este y sureste del país, abarcando estados como la Ciudad de México, Puebla, Veracruz y Chiapas. Históricamente, La Niña tiende a propiciar condiciones más húmedas en el sur de México, mientras que las regiones del norte pueden experimentar una mayor aridez y condiciones de sequía.

Esta variabilidad climática tiene implicaciones directas en la producción agrícola, pudiendo afectar la disponibilidad de alimentos y, consecuentemente, sus precios. Asimismo, las regiones con mayor precipitación podrían enfrentar un riesgo elevado de inundaciones, con los consiguientes impactos económicos y sociales. La posibilidad de una intensificación en la temporada de huracanes, tanto en la cuenca del Atlántico como en la del Pacífico, es otra de las consideraciones asociadas a la presencia de La Niña, según análisis de especialistas.

La comunidad científica mantiene una vigilancia constante sobre la evolución de estas condiciones oceánicas y atmosféricas, reconociendo la interconexión de los sistemas climáticos globales. Ante este escenario, las autoridades sanitarias y de protección civil instan a la ciudadanía a mantenerse debidamente informada a través de las actualizaciones meteorológicas y a seguir rigurosamente las directrices oficiales. La preparación proactiva y la comprensión de estos ciclos naturales son elementos clave para una adaptación resiliente y efectiva ante las cambiantes condiciones climáticas que se vislumbran.

Fuentes

  • EL IMPARCIAL | Noticias de México y el mundo

  • El Heraldo de México

  • El País

  • El País

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