Los recientes eventos climáticos extremos, especialmente la depresión aislada que afectó a la región de Valencia en España, han resultado en más de 200 muertes y una destrucción sin precedentes. Este desastre ha sido calificado como la peor calamidad natural en la historia de España. Los expertos advierten que fenómenos meteorológicos adversos como este serán cada vez más comunes.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) ha advertido durante mucho tiempo sobre el impacto del aumento de las temperaturas globales. Su último informe, publicado en 2023, indica que un aumento de 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales —un umbral que se ha superado varias veces este año— agravará la intensidad y frecuencia de las inundaciones, especialmente en regiones ya afectadas por sequías, como la cuenca mediterránea.
Según un análisis exhaustivo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la mayoría de las catástrofes climáticas ocurridas en los últimos 50 años, medidas en términos de vidas humanas y daños materiales, están relacionadas con fenómenos meteorológicos vinculados al agua, incluyendo sequías, inundaciones y tormentas.
Un artículo reciente en National Geographic España mencionó un estudio del grupo World Weather Attribution (WWA) de la Universidad de Londres, que destacó hasta qué punto la actividad humana ha intensificado la gravedad de las diez catástrofes naturales más mortales en las últimas dos décadas. La cifra alarmante indica que estos eventos han cobrado un total de 570,000 vidas en solo dos décadas.
El estudio subraya la capacidad científica moderna para establecer un vínculo directo e irrefutable entre el calentamiento global y los fenómenos meteorológicos extremos, un vínculo reconocido desde hace al menos dos décadas, desde que se atribuyó la mortal ola de calor que arrasó Europa al cambio climático causado por el hombre.
Los datos actuales sugieren que las depresiones aisladas a gran altura (DANA) se volverán cada vez más comunes. Un informe de World Weather Attribution concluye que este tipo de episodios son ahora hasta un 12 % más intensos y aproximadamente el doble de probables que en la época preindustrial.
Esta tendencia plantea importantes preocupaciones para la península ibérica, que es particularmente susceptible a tales tormentas debido a varios factores que amplifican el potencial destructivo de estos fenómenos adversos.
Los vientos cálidos del este transportan aire caliente de un mar cada vez más cálido, con humedad y calor que ascienden a capas más altas de la atmósfera debido al fenómeno de convección, creando condiciones ideales para la formación de tormentas. Las altas temperaturas del mar permiten que los vientos recarguen continuamente la tormenta con aire caliente, aumentando su duración e intensidad.
Además, las regiones montañosas funcionan como aceleradores, lo que refuerza aún más el ascenso del aire cargado de humedad. Esta combinación crea las condiciones perfectas para tormentas severas. La comunidad científica ha advertido constantemente sobre estos cambios inminentes.