Estudios recientes han avanzado significativamente en vincular el cambio climático con la intensificación de huracanes, centrándose en los huracanes Helene y Milton. Mediante modelos de atribución rápida, los investigadores han identificado el papel de las temperaturas oceánicas más cálidas en el desarrollo de estas tormentas.
El huracán Helene, por ejemplo, experimentó temperaturas oceánicas que estaban 2.3°F por encima de lo normal, una condición que se volvió 300 veces más probable debido al cambio climático causado por el hombre. Este calor adicional, absorbido por los océanos, alimenta la intensidad de las tormentas, ya que el agua más cálida aumenta la evaporación y la liberación de energía durante las tormentas eléctricas.
De manera similar, el huracán Milton se intensificó de tormenta tropical a huracán de categoría 5 en 24 horas, con temperaturas del agua 1.8°F más cálidas de lo normal, un escenario que se volvió 100 veces más probable debido al cambio climático. Esta rápida intensificación muestra la creciente imprevisibilidad y peligro de las tormentas en nuestro mundo en calentamiento.
Estos hallazgos subrayan una tendencia crítica: aunque el número total de tormentas puede no aumentar, aquellas que se forman se están volviendo significativamente más fuertes y destructivas, lo que representa un riesgo mayor para las comunidades costeras.