La Antártida, hoy conocida como el continente más frío y remoto de la Tierra, fue una vez un paisaje vibrante. Hace aproximadamente 100 millones de años, durante el periodo Cretácico, la Antártida formaba parte del supercontinente Gondwana, caracterizado por bosques templados y tropicales.
Los restos de hojas fosilizadas y troncos petrificados indican que los bosques de coníferas y helechos gigantes prosperaban en esta región, que albergaba especies diversas, incluidos dinosaurios y reptiles marinos.
El declive de este paraíso verde comenzó hace unos 50 millones de años durante el Eoceno, cuando Gondwana se fragmentó, aislando a la Antártida en el Polo Sur. La apertura del Pasaje de Drake facilitó corrientes oceánicas que aislaron térmicamente al continente, acelerando su enfriamiento.
Hace unos 34 millones de años, durante el Oligoceno, comenzaron a formarse capas de hielo permanentes, marcando el fin de los ecosistemas exuberantes y transformando a la Antártida en el desierto helado que conocemos hoy.
Los descubrimientos paleontológicos, incluidos los fósiles del dinosaurio carnívoro Cryolophosaurus, proporcionan información sobre los climas pasados del continente. Las plantas fosilizadas indican la existencia de bosques de haya antártica y pinos, cruciales para comprender las adaptaciones evolutivas a los cambios climáticos.
El estudio de la Antártida prehistórica ofrece lecciones valiosas sobre el cambio climático. La transición de un continente verde a una extensión helada ilustra cómo las concentraciones de gases de efecto invernadero y la circulación oceánica pueden alterar drásticamente el clima de la Tierra.
A medida que el calentamiento global acelera el deshielo de la Antártida, comprender estos procesos sirve como advertencia para los futuros impactos climáticos.