El Ministerio de Turismo sirio ha emitido nuevas regulaciones con respecto a la ropa de baño en las playas y piscinas públicas, lo que ha provocado un acalorado debate.
Las nuevas reglas exigen que las mujeres usen un burkini o un traje de baño «más modesto», mientras que a los hombres se les prohíbe ir sin camiseta fuera del agua. Esta decisión ha sido recibida con críticas generalizadas, ya que muchos la consideran una infracción de las libertades individuales.
El Ministerio de Turismo citó el «respeto por el gusto público y los valores morales» como la razón de las nuevas regulaciones. Las directrices especifican que las mujeres deben usar «trajes de baño más modestos», como el burkini, y enfatizan la necesidad de una «túnica holgada» fuera del agua. Para los hombres, el ministerio ha prohibido el torso desnudo en las áreas públicas dentro de las instalaciones.
Se permiten excepciones en hoteles y resorts turísticos de alta categoría, donde se permiten trajes de baño «occidentales normales», siempre que se respete la decencia pública. Esto ha provocado una división en las redes sociales, con algunos que apoyan la decisión como una forma de «proteger la identidad y los valores», mientras que otros la ven como una «interferencia en las libertades personales».
Las regulaciones han provocado fuertes reacciones del público. Una persona cuestionó la necesidad de tales restricciones, afirmando: «¿Quién les dijo que no tenemos moral? El mundo ha llegado a Marte, y algunos de estos funcionarios no han salido del siglo XVIII.»
Otra persona joven expresó su preocupación de que la decisión del Ministerio sea un intento de imponer un modelo específico de comportamiento y vestimenta a una sociedad diversa, ignorando la diversidad social y la elección personal.
Mientras Siria busca mejorar su imagen y atraer turistas, la imposición de estrictas limitaciones a las libertades individuales puede tener el efecto contrario, especialmente en el turismo, que atiende a una diversidad de visitantes y culturas. La pregunta sigue siendo si el Ministerio de Turismo puede atraer turistas y, al mismo tiempo, potencialmente excluir a sus propios ciudadanos en nombre del «gusto público».